jueves, 20 de mayo de 2010

La Parresía Y El San Pablo De La Verdad.

I Co 2, 4-5

Durante la helenización de los siglos I y II de nuestra era, se desarrolló uno de los elementos de exhortación política más influyentes que buscaba la conquista de adeptos políticos o simplemente convencer de alguna doctrina a los oyentes.

A esto se le conocía como parresía, (Parresia). Término que designa: “la proclamación de la verdad”, pero ésta dependía solo de la razón, sabiduría-humana, es decir que su fundamento esencial se amarraba a la racionalidad de quien la decía. En esencia, se decía la verdad, pero ésta estaba cargada de un alto contenido humano y esto para san Pablo era de reprobar con relación a la fe, dado que la verdad proclamada por él es Cristo, y Este no era simplemente una experiencia racional, I Co 2, 4-5. “Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase no en sabiduría de hombres sino en el poder de Dios” Esa es el sustento argumentativo de Pablo, pues él no ha sido enviado por ningún hombre sino por el mismo Jesucristo. Gal 1, 11-2,10. El apostolado paulino descansa sobre esta realidad.

A esto diré que una de las corrientes que sin lugar a duda está conquistando los corazones de todos, es la de la predicación. Hoy asistimos al gran mercado de la palabra, y en él a un sin número de personas y movimientos de espiritualidad que lo que buscan en definitiva son adeptos de conciencia más que de corazón.

No es extraño que nos encontremos por cualquier medio aquellos que sintiéndose llamados por Dios, asumen posturas de evangelizadores sin contar con aquella fuerza venida de lo alto, sin el Espíritu, y solo se sujetan a las fuerzas de la razón, cayendo en al parresía, dejando entrever un ansía insaciable por trasmitir aquello que no les ha sido dado, creando antes que iluminación, una espesa nube de incertidumbre espiritual y catequético. La parresía toma fuerza en los distintos escenarios de la vida cristiana, los llamados a la vida de la fe en la Iglesia, se ven confundidos como decía Pablo: “dejándose conquistar por doctrinas falsas…” 2 Tm, eso es lo que está sucediendo. Lo podemos ver en la segunda carta de Pablo a Timoteo, y como en ella, en muchos más de sus exhortaciones.

Uno de los rasgos característicos de dichos “evangelizadores” es que hacen uso de cualquier método para distraer y alimentar una conciencia frágil, que carece de solidez y verdad cristiana, que no es capaz aún de contenerla; como lo refiere Pablo en 2 Tm 4,3-4 “porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por sus propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades; apartaran sus oídos de la verdad y se volverán a las fabulas

Es así que se oye en algunos escenarios (iglesias, templos, plazas, auditorios) grandes intervenciones homiléticas, en contra de realidades totalmente contrarias a la doctrina de la Iglesia, haciendo de éste el “nido” ´propicio para que se encube el huevo de la maldad, de las insidias y las mentiras.

De manera que este es el tiempo en el que la doctrina sana no haya hombres y mujeres dignos de contenerla, y eso sucede porque no hay una disciplina será con relación a la fe, - entendiéndose aquella fe como es definida por El Catecismo De La Iglesia Católica “la fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él.153- que sea lo suficientemente sólida para sostenerse y dar respuesta a las malas intenciones del “sutil”.

Hoy más que nunca la parresía está haciendo carrera de conquista en la fe de los creyentes, necesitamos predicadores de experiencia pero experiencia no racional sino de carne, que hayan sido tocados por la mano de Dios, que hayan experimentado el paso de Jesús por sus vidas y que sean capaces de transmitirla con la misma fidelidad que se les dio.

Solo con estos criterios se podrá hacer una predicación que sea consecuente con lo que el Evangelio propone, es decir la Verdad, Cristo, sin velos destructivos, o boato superfluo que lo único que hace es desfigurar la imagen del Señor de los pobres, del Jesús de la barca, del Maestro de Galilea.

Un predicador debe estar lleno del Espíritu Santo, y animado por una racionalidad puesta al servicio de la fe, que ahonde en la figura del Episcopo 2 Tm 6, 12ss donde lo que impere no sea el orgullo humano sino el servicio a los hermanos, donde la Iglesia sea el lugar propicio de la fecundidad de la fe y sus oyentes la simiente del reino.

Fr. Osvaldo Murillo Lenis, OP.

1 comentario:

  1. Ahijado muy bien que empieze a incursionar en estos medios. Lo felicito y para adelante!!!

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